La ansiedad se caracteriza por una incomodidad tanto emocional como física, ante algo que nos preocupa y que no sabemos si vamos a poder enfrentar. Experimentar un poco de ansiedad puede funcionar como un motor que nos pone en acción; pero, cuando su intensidad es demasiada o se sostiene mucho tiempo, nos paraliza.
La ansiedad se caracteriza por una incomodidad tanto emocional como física, ante algo que nos preocupa y que no sabemos si vamos a poder enfrentar. Experimentar un poco de ansiedad puede funcionar como un motor que nos pone en acción; pero, cuando su intensidad es demasiada o se sostiene mucho tiempo, nos paraliza. También cuando dudamos de nuestras capacidades o simplemente no las conocemos, quedamos más expuestos e indefensos.
Hay momentos en la vida en que somos especialmente vulnerables a la ansiedad, más allá de nuestras habilidades. Por ejemplo, al iniciar un nuevo proyecto que nos asusta o cuando esperamos un diagnóstico. Este tipo de situaciones tienen en común que están cargadas de incertidumbre: esa experiencia tan difícil de transitar y que nos envuelve de ansiedad.
Por ello, esta pandemia y su cuarentena se convierten en un gran factor de riesgo, puesto que la incertidumbre es global. Nadie, en ningún lugar del mundo, sabe cómo esto va a seguir ni cuánto tiempo va a durar.
Es importante detenernos y estar atentos a cuando esta incomodidad empiece a afectar nuestra manera dormir o no podamos concentrarnos en lo que tenemos que hacer. Si no le prestamos atención y sigue creciendo en intensidad, puede llegar a generarnos también enfermedades o complicaciones que después son más difíciles de resolver.
Los niños están tan expuestos como nosotros a la ansiedad, no sólo por la incertidumbre que también experimentan, sino además porque son esponjas que absorben la nuestra. ¡La ansiedad se contagia tanto como el COVID!
Seamos conscientes de lo que sentimos, aprendamos a ponerlo en palabras y modelemos esto en nuestros niños para que puedan transitar mejor los momentos de estrés. Aprender a registrar y autorregular esta emoción, ¡¡es un recurso que va a ayudarlos a lo largo de su vida!!
Les proponemos dos actividades:
1- Registrar lo que sentimos.
Aunque nuestras emociones son dinámicas y van cambiando a lo largo del día, podemos elegir un momento del mismo para detenernos, darnos cuenta de lo que sentimos y llevar un registro de esto. Esta práctica de alfabetización emocional nos ayuda a conocernos más.
2- Pensar estrategias que nos ayuden a tranquilizarnos cuando nos sentimos ansiosos.
Nosotras hicimos un puercoespín en porcelana fría con palitos de helado*. La propuesta es escribir estrategias que nos ayudan a tranquilizarnos en los palitos (ej: contar hasta 10, respirar hondo, etc). Es importante elegir las estrategias con los niños, ya que no todas nos sirven a todos por igual. La próxima vez que sientan ansiedad, tomarán el puercoespín, elegirán un palito y llevarán a cabo la estrategia que les tocó.
*Si no tienen estos materiales en casa, pueden decorar una caja o un frasco y escribir las estrategias en papelitos que guardarán dentro.
Equipo CreSER