Constantemente escuchamos frases en donde se dice que tal o cual cosa “baja o sube” la autoestima, como si se tratara de un ascensor que se eleva o desciende al apretar un botón. Pero,¿qué es la autoestima?, ¿qué responsabilidad tenemos en el desarrollo de la misma, en la crianza de nuestros hijos?
El hombre es un ser social, y como tal se encuentra expuesto a los estímulos ambientales del contexto en donde vive. Desde niños escuchamos y observamos a quienes nos rodean, registramos qué es lo que este entorno nos devuelve sobre quién somos. Vamos poniendo en juego nuestra personalidad a la vez que forjamos una imagen de nosotros mismos y los propios juicios de valores y, como consecuencia, también construimos la autoestima.
El niño, desde que es pequeño, irá interesándose y descubriendo su mundo a partir de experiencias que le generen placer o displacer. A medida que va creciendo y madurando, su juicio valorativo se irá sofisticando, construyendo como resultado respuestas más elaboradas. Es aquí en dónde entramos a jugar un rol interesante como padres formadores y cuidadores; ya que en función de las respuestas que les vayamos ofreciendo, les daremos mayor o menor seguridad. El despliegue de su personalidad y autoestima dependerán de dicho feedback, además de las experiencias de vida que vayan teniendo.
Como padres buscamos criar niños felices y seguros de sí mismos. Por ello los invitamos a reflexionar acerca de qué manera podemos acompañar su crecimiento, dándoles la seguridad necesaria para que puedan construir una autoestima sana.
Aquí les ofrecemos algunos consejos:
- La fuerza del modelado: Si nosotros nos mostramos inseguros e insatisfechos con nosotros mismos, generaremos hijos exigentes e inconformes. Por ello es importante que nos conozcamos y aceptemos como somos.
- Hijo real vs. hijo ideal: si juzgamos a nuestro hijo real comparándolo con el hijo ideal, nunca podrá cumplir con nuestras expectativas y crecerá con la sensación de que nada de lo que haga será suficiente.
- El acento estará en el esfuerzo:nuestros hijos se muestran atentos a lo que nosotros valoramos. Por eso es importante priorizar el esfuerzo que muestran al hacer una tarea en vez de sólo valorar el resultado. Cada hijo es diferente y por ello nuestras expectativas deberán ser adecuadas a su singularidad.
- Ayúdelo a conocerse:un hijo que conoce sus fortalezas y acepta sus limitaciones, se pondrá metas con mayor probabilidad de éxito. Si no tiene un buen conocimiento de lo que puede y no puede hacer se frustrará con mayor facilidad, poniéndose objetivos inalcanzables, o se desalentará ante desafíos que podría enfrentar.
- La importancia de lo que decimos y de cómo lo decimos:nuestros comentarios repercuten directamente en la autoestima de nuestros hijos. Es por ello que los elogios y las críticas deben ser cuidadosamente elegidas. Ni exagerar los elogios al punto de alejarlo de la realidad ni ser duros en nuestras críticas al punto que lleven a la descalificación de su persona. Es distinto decir: “sos un inútil” a “tené más cuidado con los que hacés”.
- Afecto: si hay algo que refuerza la autoestima, es la demostración del afecto. No supongamos que ellos “saben” que los queremos. Abracemos, pongamos en palabras lo que sentimos, besemos, mimemos, elogiemos, compartamos momentos de exclusividad (y atención plena) con cada uno de nuestros hijos, tengamos gestos con ellos que los haga sentir especiales.
- Ambiente seguro: el niño necesita sentirse cuidado, respetado y querido. Necesita saber qué puede esperar de su rutina y confiar en quienes lo rodean. Por ello debemos estar atentos a sus necesidades, sin subestimar sus tristezas y miedos. Nuestro desafío será también buscar la mayor coherencia posible entre lo que decimos y cómo actuamos.
- Oportunidades para brillar: cuando un niño se conoce y sabe cuáles son sus fortalezas, lo ayudaremos a encontrar oportunidades en las que pueda desplegarlas. Lo elogiaremos con sinceridad cuando lo haga, demostrándole el orgullo que sentimos. Asimismo, favoreceremos su participación en actividades de cooperación (más que de competencia), en las que sienta que puede sumar.
Por último, si percibimos que un niño tiene una baja autoestima, no subestimemos la situación; ya que esto trae consecuencias en su experiencia actual y los tendrá en su vida futura. Podemos consultar con un especialista para que nos oriente y evalúe si será necesario o no abrir un espacio terapéutico para trabajarlo. Por suerte esto puede revertirse, para que logre sentirse bien consigo mismo y disfrutar de su vida. Cuanto antes, será mejor.
Equipo creSER